Langdon Winner

miércoles, 15 de mayo de 2013

Ética empresarial: el monstruo de Frankenstein



La propuesta del doctor Queraltó está muy bien vista, no sólo pone encima de la mesa la propuesta de una ética humana sino también una ética empresarial o del comercio de cara a una sociedad tecnológica. Sin embargo debería ser puesto en tela de juicio este triedro conceptual que nos propone.

En primer lugar nos explica como el principio básico sería la solidaridad social, en tanto que si el empresario da comodidades a los empleados trabajarán más y mejor. Esto sería una relación de mutua ayuda mucho más que aceptable. El segundo concepto que nos propone, es derivado del primero, se trata de la justicia social. Ésta debería tener como función la distribución de bienes y servicios, es decir como cohesión social –de tal forma que daría mejor uso a la solidaridad social-. El último concepto propuesto es igualdad de derechos sin caer en el  igualitarismo, ya que las sociedades socialistas siempre han quedado como utopía irrealizable.

Este brevísimo resumen acerca de la parte pragmática ¿a quién beneficia? ¿Se puede dar una relación de mutua ayuda sin perjudicar a ninguna de las partes que forman la relación? En mi opinión no. Ya que de darse esta relación si lo más productivo fuera despedir al 90% de la  plantilla, lo hará y no solo lo hará sino que esta ética lo avalaría*.

Esta ética pragmática adoradora de la tranquilidad para la máxima tranquilidad no toleraría ningún tipo de inversión social, me explico, no toleraría ningún tipo de revuelta social como indignación sobre lo que esté pasando. Lo único que haría es dar al trabajador las comodidades justas para que no proteste y si protesta que tenga cuidado. Además después de este habría que ver cómo se distribuye la justicia y la igualdad de derechos si siempre se debe de dar el máximo beneficio.

Puede aparentar que el problema se diluye sin embargo lo que acontece es distinto. Aparece una ética mixta moral-productiva, que surge de la moral –a secas – que terminará muriendo en manos de aquella que la creó por ser insuficiente, algo parecido al monstruo de Frankenstein.

*No hablo de una pequeña empresa sino de las grandes corporaciones que para mantener el nivel de vida de los directivos despiden a los curritos.

Reflexión acerca de del poder en Michel Foucault


<<El poder se encuentra en todos sitios… porque no proviene de ningún sitio>>


“Según Foucault, ya no es posible representar el poder como algo que simplemente oprime y reprime a los individuos”*. El poder ha pasado a jugar en otro lugar, en el lugar de la acción. El poder son acciones sobre otras acciones a fin de interferir con ellas. El poder presume libertad en el sentido en que el poder no es forzar, sino formas de hacer que la gente se comporte por sí misma de modo distinto de cómo lo hubiesen hecho de otra manera.  Un modo de realizar esto es mediante la amenaza con violencia. Pero tratar de convencer a alguien de lo contento que se sentirá si adquiere un determinado producto, es también una forma de ejercitar el poder, y en el marketing hay un gran conocimiento de cómo (intentar) efectuar este cambio de comportamiento.

Foucault nos dirá que es algo absurdo ceder todo nuestro poder a un o unos gobernadores, el poder no se posee el poder se ejerce. ¡Claro que puede haber unos  gobernantes!, ¡claro que puede haber un gobernante!, pero no tiene sentido que los no-gobernantes entonces no ejerzan su  poder o que lo ejerzan una vez cada cuatro años y se olviden. Éste se sigue dando en toda relación de acciones.
Y cómo en toda acción no solo estará en juego el poder ejercido sino además lo que lo fundamenta, es decir, todos esos millones de sistemas de creencias. Estas creencias consideradas irrefutables e inamovibles. El poder no se va a ejercer únicamente de un grupo dirigente a otro gobernado ya sea política o económicamente. No se puede caer bajo ningún concepto en una creencia que fundamente el ejercicio del poder en una sola dirección, de subyugamiento, llevada esta creencia a su límite puede llegar a ser la esclavitud.

El poder debe ser ejercido como arma de doble filo no hay que dejarse contentar por los mensajes y objetos que se venden y dictan desde “arriba”. Aquellos que estamos debajo, es decir, aquellos que vamos a recibir ya sea un objeto del mercado o una medidas políticas concretas, no pueden aceptarlo sin más porque los dirigentes tengan el monopolio. Da igual que una empresa quiera vender un producto si es inútil e innecesario y lo sabemos porque tenemos sentido común, no tenemos por qué comprarlo. Si estamos viendo como una serie de medidas impopulares por parte de un gobierno que puede llegar a ser hasta ilegitimo ¿hay que tolerar que siga ejerciendo su poder?

El poder es un arma de doble filo y no se contenta con ser ejercido del grupo dirigente a los consumidores y trabajadores sino que el poder es ejercido de manera inversa.


*Modelos de filosofía política Stefano Petrucciani . Pg 235.

lunes, 13 de mayo de 2013

Influencia de los logotipos y el sistema capitalista en la vida

El capitalismo es un sistema socio-económico el cual además de impregnar una necesidad de poseer más y más riqueza, consigue desgajar muchos ámbitos de la vida que, ni la misma dictadura había conseguido abolir, la vida comunitaria, en donde se compartían ritos y costumbres, el capitalismo ha conseguido abolir este modelo de vida y sustituirlo por un sistema de mercado, en el cuál el individuo debe conseguir trabajo para poder subsistir en el sistema, por ello con el fin de conseguir dicho trabajo, el individuo es capaz de moverse a miles de kilómetros de su gente y su familia con el fin de trabajar, de este modo estamos consiguiendo una sociedad individualista vacía completamente de sentido alguno, cuyas creencias son nulas, ya que todas su forma de vida y sus costumbres han sido modificadas, no modificadas sin más, sino anuladas y para seguir adelante se ven forzados a modificarlas.
Las corporaciones empresariales aprovechando el desarrollo de la técnica y la tecnología no solo para darse a conocer y promocionar sus productos, sino que se han dado cuenta de que pueden vender algo mucho más importante, unas formas de vida, donde ya no solo buscan ganar clientes, sino crear prototipos de persona, hacer de las personas productos, cuyas creencias radican en que si no eres de esta forma o si no vistes de esta forma no eres un buen ciudadano, si te echas Axe conseguirás ligar muchisimo, etc.
El bombardeo desmesurado de publicidad al que nos vemos sometidos, consigue causar mella en nosotros. Los niños pequeños desde que nacen también se ven rodeados de toda esta publicidad y esto causa mucho efecto en los mismos, ya que esta demostrado que un producto anunciado por televisión en una franja horaria infantil, en un canal donde se pongan dibujos animados, si anuncias una serie de juguetes, es muy probable que el niño/a quiera ese juguete y no otro, de tal forma que insistirá y llorará a los padres, lo que hace que en muchas ocasiones los padres acaben comprando.
Los productos de dichas marcas o de dichas corporaciones pasan a formar parte de nuestra vida cotidiana, un ejemplo sería, el del buen ciudadano trabajador, el cual llega a casa y su forma de relajarse es tumbarse en el sofá y tomarse una buena copa de Whiskie. En cierto modo la marca de Whiskie es lo de menos, pero el echo es el siguiente, mediante los anuncios, películas con publicidad encubierta y otras muchas formas, te han vendido un hábito, no un producto.
Por ello el modelo económico capitalista ha conseguido desgajar a la vida las cosas que de verdad importan y su finalidad en caso de que tuviera alguna, creandonos nuevas necesidades y nuevos fines, pero todos ellos relacionados con la economía de mercado.

Adrián Aceituno García.

Como pingüinos en el Sáhara


El otro día me pasó una cosa curiosa. Fui al supermercado para comprar la comida de ese día. Iba tranquilo, confiado, con la lista que me había dado mi madre –sin la cual estoy allí más perdido que un pingüino en el Sáhara– y con la idea de no emplear mucho tiempo en la faena. Entré y me encaminé directo a mi primer objetivo: el pan. Al llegar, primer impacto. La lista me decía: "una barra de pan". Pero yo miraba desangelado a las cestas de los panes sin saber cuál de los diez tipos coger: baguette, hogaza, de chapata, bastón… Pasaba la vista de la lista a las cestas como si de un partido de tenis se tratase, incapaz de reaccionar. "¿Y qué cojo yo ahora? ¿Qué diferencia habrá?" me decía. Y os podrá parecer una nimiedad (y puede que lo sea) pero a partir de ahí empecé a fijarme en que ese fenómeno  se repetía constantemente. A cada zona que llegaba a obtener una nueva presa volvía a ser yo la víctima de estas multiplicidad. ¿Unas lonchas de queso? Pues tienes sin azúcar, sin grasas extra, con un chorrito de aceite, con más sabor, contra el colesterol, de leche de vaca finlandesa o de cabras libres. Y no sólo ocurría ahí dentro. Vas a comprar un coche y te vas perdiendo por los catálogos hasta que naufragas entre tantos datos cuya utilidad desconoces (y que tienes que diferenciar de la mera información estética y comercial como puede ser que en verano ligarás más con chicas de veintidós años si tu coche es azul celeste). No quiero poner más ejemplos, pero vemos  esto mismo –yo, al menos, con mayor asiduidad– casi cada vez que nos convertimos en  consumidores. Parece que hay que ser especialista de cada materia para hacer una buena compra. Si no sabes mucho no sabes nada.

De esta –a primera vista– banal apreciación he podido sacar a su vez dos consideraciones. La primera, cómo las grandes marcas se aprovechan de este hecho. Un dato de mucho peso en la balanza del mejor producto es la imagen previa que uno tiene de determinadas marcas. Efectivamente, como ha advertido Naomi Klein en No logo, una función esencial de las grandes marcas es asociar sus productos con estilos de vida. En sus carteles no salen ya los datos técnicos de la mercancía en cuestión, sino el tipo de persona que eres al consumirla. Si quieres ser feliz, tienes que beber Coca-Cola. Si te gusta conducir, conducirás un BMW. No puedes disfrutar del fútbol con tus amigos sin una Mahou o una Heinken. Y tantos otros. Y aunque parezca que no, consciente o inconscientemente esto afecta a nuestra decisión. Estando ante dos productos de los que no conoces nada salvo que uno lo has visto anunciado, ese producto tendrá más probabilidades de ser escogido. Esa marca tendrá más probabilidades de ser ganadora. Y esto es triste, pero es así. Es una batalla en la que en última instancia el ganador es la marca. Ni siquiera el consumidor.

La otra observación es la creciente importancia de la comunidad virtual. Me explico. Cuando te vas a comprar un móvil, antes que mirar los catálogos de Movistar o Vodafone, mejor mirar cualquier blog en internet donde los consumidores cuentan sus experiencias con los diferentes productos. Testimonios de primera mano de la real utilidad del producto para la vida –que es el objetivo último de todo producto. De esta manera, no importa si no eres especialista en todo si estás en una comunidad con muchos "especialistas" –esto es, gente con experiencia. Antes tú le dabas tomates de tu huerta a tu vecino y él te daba huevos de su corral. Con las nuevas tecnologías, el mercado se ha desarrollado enormemente, y uno de los campos de mayor desarrollo es la especialización. Si la comunidad no se desarrolla a la par que el mercado, seguiremos siendo como aquellos pobres pingüinos que vagan por el Sáhara.

sábado, 11 de mayo de 2013

Hechos para la verdad y la justicia


Tras haber visto este documental (The inside job) producido en 2010 sobre la crisis financiera originada en USA –y en la que está inmersa la economía mundial– se podría hablar de muchos temas. La situación económica real, la incidencia de los intereses privados, las posibles medidas para salir lo más rápidamente, las compensaciones a ejecutivos, la baja estatura moral de la casta política y económica… y tantos otros temas. Yo querría sin embargo, hacer hincapié en algo que puede pasarse por alto con facilidad por ser demasiado inmediato o evidente, algo que percibí en mí mientras pasaban las imágenes ante mis ojos, y que intuyo que no soy el único. Mientras iba recibiendo toda esa información, algo en mi interior saltaba. Algo se rebelaba contra esa injusticia, contra esa falta de escrúpulos. Algo que me hacía pensar que eso que veía es intolerable desde cualquier punto de vista, que no cabe ningún tipo de excusa para actuar así, que esa actitud es condenable aquí, en Estados Unidos,  en la Patagonia o en Tombuctú.

Es como si nos hallásemos en posesión de un radar que pita ante la injusticia y la mentira y que en cierta manera nos dice "¡esa actitud no es humana!". No que no la lleven a cabo los hombres, sino que no es humana, que de algún modo va en contra de lo que somos, va contra nosotros. No en contra de nuestras creencias o de nuestro sistema de valores, sino en contra de lo que somos, de nuestra condición de hombres, de nuestra estructura original.

Esto es lo que parece salir a la luz con esta experiencia. Bajo todas las capas culturales que tantas veces en la vida cotidiana nos impermean ante cosas por el estilo, parece haber en el fondo un poso inextirpable que no nos deja olvidarnos de nuestra condición humana, que estamos hechos para ciertas cosas y no para otras. Y este poso no se conoce estudiando o pensando concienzudamente. Más bien uno se sorprende en acción (cuando se fija bien).

Ya se lo decía el sencillo trabajador Felipe Díaz Carrión a su hijo en la novela Ojos que no ven de J. Á. González Sainz: «¿sabes lo que te digo?, que tu padre será verdad que no sabe muchas cosas y que es todo lo pobretón y lo poca cosa que tú quieras, pero hay algo que sí que sabe y es esto: que unas cosas son justas en esta vida y otras son injustas; que unas cosas son atinadas y otras un completo desatino se mire por donde se mire; que unas, como en el campo, crecen sanas y da gusto verlas, y otras en cambio crecen esmirriadas o llenas de plagas por todos lados que parece como si las atrajeran, y que unas suelen traer aparejado el bien general y otras no acaban acarreando más que calamidades y atrocidades a todo el mundo. Que unas cosas son verdad, verdad de la buena, y otras nada más que puras monsergas y malas fantasmagorías (…) Las lindes entre unas y otras es verdad que, en ocasiones, más que enrevesados y correderos, pueden ser hasta escondidizos, como decía mi padre o decían que decía, que a veces parece que están en un sitio y otras en otro y muchas lo que parece es que no estén ni en uno ni en otro, pero cada cosa, como cada prado y cada huerta, por grande que sea, tiene al cabo indefectiblemente sus lindes y para cada cosa hay un límite».

Uno puede elaborar las teorías y sistemas que quiera, pero que el hombre primordialmente está hecho para la verdad y la justicia es un dato incontestable. Y digo primordialmente porque esto lo está en su posición más primera, originaria. Luego cada uno que haga lo que quiera, y si no quiere mirarlo pues que no lo mire. Pero no por no mirarlo dejará de estar.

lunes, 6 de mayo de 2013


Comentario sobre Ostrom – Reformulando los bienes comunes

Desde 1968, cuando Garrett Hardin publicó su artículo La tradegía de los bienes comunes, ha sido, según Ostrom, un consenso, tanto politicamente como cientificamente, de que solo hay dos posibilidades para evitar lo que Hardin describió como el tragico sobreuso y destrucción del bien común en una sociedad donde los bienes de la tierra no son propiedad de personas privadas o instituciones; esos dos posibilidades eran a) socialismo o b) la privatización de los recursos.
Hardin creía asi porque, según su analisis, los bienes eran destinado a ser degradado y mal manejado si eran propiedad común, porque cada individuo no harían caso a los costos de los demás – por eso, los bienes deberían ser privatizado.

Ostrom arguye que este modo de ver el dilema es demasiado simple; hay otras posibilidades de organizar los bienes. Se trata de optimar lo usario de los bienes al mismo tiempo de conservar los bienes para todos, e.g. cultivar la tierra en una manera sustanible o poner un limite a los pescadores para pescar peces. Es la punta de Ostrom de hoy en dia, este consenso de la privatización de los bienes ha pasado demasiado lejos y la consecuencia es, en una manera, la tradegía de los bienes comunes al revés. Instituciones, empresas o personas individuales usan los bienes, cuales que deben ser beneficiarios para todos, principalmente desde una punta de vista economicamente y, como asi, niegan la sustanibilidad de los bienes comunes. Una privatización de los bienes comunes puede llevar consigo, facilmente, una explotación de los recursos naturales y del medio ambiente, con el objeto de generar mas capital – y una propia centralización de los bienes, en forma de un estado que tiene toda la responsabilidad de la cultivación y sustanibilidad, i.e. socialismo, puede llevar consigo, igualmente facil, un incumplimiento de los bienes – Ostrom refiere en un otro articulo a Rusia y China como ejemplos de paises con una gran centralización de la gubernamentalidad de la tierra, donde la tierra ha sido incumplimientado. En comparación, un pais como Mongolia, que ha desarrollado una forma de cultivación de la tierra en que las gentes del lugar controlan la cultivación entre si misma, en una manera de propiedad colectiva entre el pueblo – una forma de áurea medianía entre el socialismo y la privatización entera.
 Esta solución ni es final ni perfecta – los intereses de los usarios locales pueden diferenciar y cuando no hay un “propiador propia” se puede llegar a conflictos. Pero el empírico ha mostrado que una forma de auto-gestión de los bienes comunes es posible y en ciertos circunstancias esta forma puede constituir una alternativa del consenso tradicional de como se utiliza los bienes comunes.

- Nicolai Narvestad 

viernes, 3 de mayo de 2013

2008: el estallido de la crisis.


La crisis financiera y la burbuja inmobiliaria que ha sufrido España, es tratada en los videos Españistan y Simiocracia de Aleix Saló. En resumen, la ley de suelo y la reforma laboral de 2002 que aprobó Aznar, con su reducción de derechos laborales, aumentó la demanda de mano de obra e hizo que fuese un chollo invertir en vivienda, bajó el paro pero los salarios estaban congelados. Sin embargo muchos accedieron a una vivienda porque las condiciones para conceder una hipoteca bajaron. El precio de la vivienda siguió subiendo hasta que llegó el momento en que las constructoras, bancos y cajas no pudieron hacer frente a la deuda que se les vino encima, y tuvieron que ser rescatadas o nacionalizadas por el Estado.
La deuda de España en el 2008/9 con Zapatero estuvo a punto de llegar al colapso financiero porque las entidades de crédito pedían unos intereses casi incompatibles con ser devueltos, en vez de hacer frente a la deuda la refinanciaban, dejando al país empeñado en casi un billón de euros. Teniendo que asumir el Estado el reflote financiero de los bancos intervenidos, porque el dinero que se ha dado a los bancos cuenta como déficit del Estado.
Debido a la globalización, la crisis crediticia de EE.UU se expandió por todo el mundo. Y entramos en recesión, ya nadie prestaba dinero.

El documental Inside Job profundiza sobre la crisis de EE.UU.
En septiembre de 2008 quiebra Lehman Brothers y se colapsa la mayor aseguradora del mundo, AIG. El terremoto de Wall Street se venía fraguando desde los años 80, cuando el presidente de los EE.UU, Ronald Reagan, inició 30 años de desregularización financiera.
Los economistas defensores del libre mercado lograron tener mucho peso en la política.
 A finales de los 90 el sector financiero se consolidó en varias firmas enormes que su quiebra podía amenazar al sistema, y Clinton las ayudó a crecer aún más. Los bancos, como buques petroleros, saben que si son muy grandes se les tiene que rescatar.

Cuando Bush ascendió al poder en 2001, dominaban la industria: cinco bancos de inversión (entre ellos, Goldman Sachs, Lehman Brothers, Merrill Lynch…), dos conglomerados financieros  (Citigroup, Jp Morgan), tres aseguradoras de valores (aquí está AIG), y tres agencias calificadoras (Moody´s, Standard&Poor´s y Fitch). Ligado todo por las cadenas de bursatilización, un sistema que conecta billones de dólares en préstamos con inversionistas de todo el mundo.
En el sistema viejo, cuando el dueño de una casa pagaba su hipoteca pedía un préstamo a largo plazo a su prestamista local, y este se aseguraba de que pudiera devolvérselo.
En el nuevo sistema, el prestamista vende las hipotecas a bancos de inversión, los cuales junto con otros prestamos crean derivados complejos llamados “Obligaciones de deuda colateral izada” (CDO), y estos bancos vendían las CDO a inversionistas. Aquí, cuando una persona paga su hipoteca el dinero va a inversionistas en todo el mundo. Mediante la bursatilización la gente que hizo el préstamo no corre riesgos si no les pagas. Los bancos sólo querían vender más CDO, y las agencias calificadoras pagadas por los bancos de inversión ganaban dinero por poner una calificación alta.
Entre 2000 y 2003 se hicieron muchos préstamos hipotecarios abusivos, con mucho riesgo, las llamadas “subprime”. Se daban préstamos subprime caros a prestatarios que no podían pagarlos. Y llegó un momento en que, como todos podían conseguir hipotecas, los precios de las casas se dispararon y el resultado fue la burbuja financiera más grande de la historia.
En una emisión de valores de Goldman Sachs los prestatarios habían recibido el 99’3% del valor de la casa. No habían invertido nada, y encima tenían una calificación AAA, tan seguras como el gobierno.
Pero en Wall Street sabían lo que estaba pasando, aceptaron que su compañía corriera riegos si así ganaban más millones de dólares al año, y se hicieron muy ricos.
Jonathan Albert, psicoanalista de muchos ejecutivos de Wall Street dice que estos empresarios son personalidades de tipo A, impulsivos, y corren riesgos también en su vida privada, no sólo en los negocios. Gastan dinero corporativo en cocaína y prostitución, clasificando los servicios como reparación de ordenadores o consultas legales. Ignoran el impacto de sus acciones en la sociedad, en la familia. No tienen remordimientos en estar con una prostituta y luego irse a casa con su esposa.

Algo recurrente es que las personas de la alta esfera política legislan siempre en favor de la élite económica. Por ejemplo, Henry Paulson, el director de Goldman Sachs, en el gobierno de Bush pasó a ser secretario de tesorería, y al tener que vender sus acciones de Goldman para poder trabajar en el gobierno, el presidente Bush aprobó una ley para que no pagara impuestos, y se ahorró 50 millones de dólares. Pero es que encima, estamos hablando de una compañía acusada de fraude por apostar contra los valores que ella misma recomendaba a sus clientes como inversión. Cuanto más dinero perdían sus clientes, más dinero ganaba Goldman Sachs.
Cuando el mercado de las CDO se colapsó, los bancos de inversión se quedaron con un stock de miles de millones de dólares en préstamos, y propiedades que no podían vender. El sistema financiero crediticio se colapsó, nadie podía pedir dinero prestado. Y la administración Bush no supo ver la magnitud del problema.
 Hubo 6 millones de ejecuciones de hipoteca.

Algunas compañías quebraron (Lehman Brothers) y otras fueron rescatadas (AIG), costando a los contribuyentes más de 150 mil millones de dólares. Pero los hombres que nos metieron en la crisis encima salieron aún más ricos y con compensaciones económicas (los cinco ejecutivos más altos de Lehman Brothers al quebrar la firma se quedaron con todo su dinero, y los dueños de AIG al día siguiente de ser rescatada recibieron 62 mil millones de dólares).

La crisis financiera fue lo que propició la victoria de Obama, quien poco antes de las elecciones de 2008 criticó la avaricia de Wall Street y la falta de regulación. Pero al subir al poder apenas hizo reformas financieras, y siguió siendo un gobierno con ejecutivos y consejeros económicos de Wall Street. Los responsables de la crisis siguen en el poder, y gastaron millones para evitar hacer reformas profundas, porque son la gente que creó la estructura. 
El documental Inside Job señala cómo sucedió la crisis, y quienes son los culpables. Deja más que patente la necesidad de cambio y lucha, para que el sistema atienda a las necesidades de las personas y no a la avaricia de los empresarios.
 El poder de las marcas. <<No logo>>.
 
La relación de cercanía entre consumidor y cliente cambió a principios del siglo XX.
Las grandes empresas que producían en masa, necesitaron de distribuidores para que sus productos llegaran a todas partes. Colocaron comerciales en los puntos de venta, donde les es relativamente indiferente a su persona que se compren muchos productos o no, si mantienen su salario fijo.
El medio que utilizan para atraer al consumidor, y el que asegura su prosperidad como marca, es el marketing, la industria de la de la publicidad.

                                                       

La publicidad que triunfa hoy en día no consiste en presentar el producto como algo de calidad, más bien, venden una idea, un estilo de vida, dirigido al público que les interesa.
Hay muchos ejemplos de esto. Los anuncios de coches más que hablar del producto, quieren hacer creer que comprándolo vas a ser un tío importante, con una vida excitante, y que las mujeres se fijarán en ti. O los anuncios de Coca-Cola, ¿en serio la felicidad es algo que se vende y no se conquista?
 En el caso de las bebidas alcohólicas, o los perfumes, asocian mensajes subliminales (algunos menos subliminales que otros) de referencia sexual, flota en el aire una connotación erótica.
Las marcas quieren jugar en la cultura el papel de una estrella de rock, tener sus propios seguidores. Ganan identidad patrocinando a artistas, conciertos o eventos, hasta que se termine asociando la marca a un espíritu.
Tommy Hilfiger usó como estrategia de marketing identificarse con el espíritu del Rock&Roll, así que decidió primero patrocinar los conciertos de los Rolling Stones, y luego firmar contratos para que utilicen sus ropas. Así la propia marca se vuelve una estrella, y las personas visten camisetas que sólo tienen dibujado el logo en tamaño grande. Menudo spot publicitario de talla humana.
El éxito de la marca no tiene del todo que ver con la calidad del producto (ahí está McDonalds).
El objetivo del marketing es captar la atención de la gente, tienen éxito las campañas que son recordadas, por eso cada vez son más provocadoras. Esto es complicado, pues en nuestras vidas diarias somos bombardeados por mucha publicidad, en la vía pública con vallas publicitarias, comerciales, y en el ámbito privado también, mediante los medios de comunicación: televisión, radio, internet.
Contra esta invasión, es importante para que haya democracia, proteger y crear espacios públicos donde no se apliquen las reglas de mercado, que no nos traten como consumidores en todo momento.
Pizza Hut quiso utilizar la luna como tablón de anuncios nocturno.

Otro punto importante, es el tipo de empleo que genera el sector servicios en nuestra sociedad. En el caso de Nike (y otras multinacionales de su misma industria), para abaratar los gastos,  y no recortar en la calidad de los materiales del producto, reducen el salario de los trabajadores, con la descentralización de las fábricas en países subdesarrollados donde no se aplican las leyes del salario mínimo. Por eso, en EE.UU no hay empleos de manufacturación de Nike, pero sí hay otro tipo de empleo, que también se da en Europa.
Últimamente oímos hablar de los “mac jobs” o “minijobs”, trabajos con muy baja remuneración que suelen ser de carácter temporal. Hay una campaña para dar a creer que son como de aprendizaje, para conseguir experiencia. Y para regocijo de esas compañías, se ha aceptado que esos empleos no deben considerarse “normales”.

La globalización, el libre mercado (que no justo), tiene ganadores y perdedores. El documental “No logo” de Naomi Klein es una protesta anticorporativa, que incita al activismo, a formar parte del movimiento que quiere crear unas condiciones más éticas en el comercio, respaldar los negocios que sí producen éticamente, y promover la interferencia cultural destruyendo o parodiando la publicidad. Es importante investigar a las grandes marcas para informar a la gente de como producen sus artículos.