Langdon Winner

jueves, 13 de junio de 2013

Ciencia y abundancia, deseo y libertad

Me gustaría comentar un apartado del capítulo Tékhné y Politéia del libro La ballena y el reactor de Langdon Winner. El apartado al que voy a hacer referencia se titula "Abundancia y libertad". Me parece que pone sobre el tapete una cuestión muy interesante. Winner está estudiando las relaciones de la tecnología y los avances científicos con la sociedad y la política. En estos párrafos, se centra en un aspecto que resulta bastante visible en la historia reciente de Estados Unidos, y es el hecho de que cada vez tiene un mayor papel en todos los ámbitos de la vida la eficacia.

En la cultura clásica se creía que la búsqueda del interés personal era perjudicial para el bien de la sociedad. Según este pensamiento, «la naturaleza humana se corrompe con facilidad por la riqueza. Los hábitos indolentes de la vida lujuriosa que sólo busca placer tienden a trastocar las cualidades de frugalidad, moderación y abnegación necesarias para el mantenimiento de una sociedad libre. En consecuencia, cualquier sociedad que desee mantener la virtud cívica debería encarar la innovación técnica y el crecimiento económico con la mayor cautela».

Esta idea la invirtieron pensadores desde Maquiavelo hasta Adam Smith, que influyeron enormemente en la génesis de la sociedad y cultura norteamericana. Ellos propulsaron la lucha por los intereses de cada uno, ya que eso haría que el mercado se regulase solo. Cada vez estaba más arraigada la idea de que cuanto más tienes más libre eres, esto es, cuanta más capacidad de acción tengas mayor libertad tendrás. No habrá ningún problema mientras haya abundancia, que todos puedan tener lo suficiente como para ser felices. En ese caso, señala Winner, las clases sociales darán igual, porque cada uno estará contento con lo que tiene. Por esto, los avances tecnológicos son recibidos como agua de mayo, porque impulsan los niveles de producción, generan sobreabundancia y, por lo tanto, mayor libertad. Como explicó un historiador del siglo XIX, hacen «accesibles para muchos en lugar de para pocos las comodidades y elegancias de la vida». Explica Winner literalmente que «la abundancia material haría que todos tuvieran lo suficiente para ser perfectamente felices. A la larga, los norteamericanos consideraron esta noción como una teoría de aplicación general: la empresa económica, impulsada por la maquinaria del progreso técnico, era la esencia misma de la libertad humana».

Y yo me pregunto, ¿uno es más libre cuando puede elegir una mujer de entre cien, o cuando sólo tiene una para elegir pero es justo la que le gusta? Parece más bien que la libertad del hombre (en el sentido más propio) reside en encontrar aquello que quiere, aquello que quiere de verdad. Por lo tanto la búsqueda de la libertad no parece coincidir con la búsqueda del progreso técnico, sino con la búsqueda de aquello que pueda estar a la altura del anhelo del hombre. No es una cuestión cuantitativa sino cualitativa. No es que el hombre quiera tener mucho (y por esto la urgencia más primordial no es la mayor eficiencia posible), sino que el hombre quiere tener lo que quiere de verdad (habría que discutir de qué se trata, si se trata de diferentes cosas, una sola, la misma para todos, etc).

En esta indagación sobre el objeto de deseo tendrá un gran papel la ciencia, por supuesto. Cuanta más capacidad de acción tenga el hombre más amplia será su búsqueda. Pero no basta. Parafraseando a Einstein, podría ser que la ciencia llegase a explicarlo "todo". Uno podría explicar una sinfonía de Beethoven como presiones de onda, pero estaremos todos de acuerdo en que ese no habrá entendido en absoluto en qué consiste una sinfonía de Beethoven.

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*Salvo que se diga lo contrario, las citas pertenecen a Langdon Winner, La ballena y el reactor, Ed. Guedisa S. A., 2008 Barcelona

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