Me gustaría comentar un apartado
del capítulo Tékhné y Politéia del libro La
ballena y el reactor de Langdon Winner. El apartado al que voy a hacer
referencia se titula "Abundancia y
libertad". Me parece que pone sobre el tapete una cuestión muy interesante.
Winner está estudiando las relaciones de la tecnología y los avances científicos
con la sociedad y la política. En estos párrafos, se centra en un aspecto que
resulta bastante visible en la historia reciente de Estados Unidos, y es el
hecho de que cada vez tiene un mayor papel en todos los ámbitos de la vida la
eficacia.
En la cultura clásica se creía
que la búsqueda del interés personal era perjudicial para el bien de la
sociedad. Según este pensamiento, «la naturaleza humana se corrompe con
facilidad por la riqueza. Los hábitos indolentes de la vida lujuriosa que sólo
busca placer tienden a trastocar las cualidades de frugalidad, moderación
y abnegación necesarias para el mantenimiento de una sociedad libre. En
consecuencia, cualquier sociedad que desee mantener la virtud cívica debería
encarar la innovación técnica y el crecimiento económico con la mayor cautela».
Esta idea la invirtieron
pensadores desde Maquiavelo hasta Adam Smith, que influyeron enormemente en la
génesis de la sociedad y cultura norteamericana. Ellos propulsaron la lucha por
los intereses de cada uno, ya que eso haría que el mercado se regulase solo.
Cada vez estaba más arraigada la idea de que cuanto más tienes más libre eres, esto es, cuanta más capacidad de
acción tengas mayor libertad tendrás. No habrá ningún problema mientras haya
abundancia, que todos puedan tener lo suficiente como para ser felices. En ese
caso, señala Winner, las clases sociales darán igual, porque cada uno estará
contento con lo que tiene. Por esto, los avances tecnológicos son recibidos
como agua de mayo, porque impulsan los niveles de producción, generan sobreabundancia
y, por lo tanto, mayor libertad. Como explicó un historiador del siglo XIX,
hacen «accesibles para muchos en lugar de para pocos las comodidades y
elegancias de la vida». Explica Winner literalmente que «la abundancia material
haría que todos tuvieran lo suficiente para ser perfectamente felices. A la
larga, los norteamericanos consideraron esta noción como una teoría de
aplicación general: la empresa económica, impulsada por la maquinaria del
progreso técnico, era la esencia misma de la libertad humana».
Y yo me pregunto, ¿uno es más
libre cuando puede elegir una mujer de entre cien, o cuando sólo tiene una para
elegir pero es justo la que le gusta? Parece más bien que la libertad del
hombre (en el sentido más propio) reside en encontrar aquello que quiere,
aquello que quiere de verdad. Por lo tanto la búsqueda de la libertad no parece
coincidir con la búsqueda del progreso técnico, sino con la búsqueda de aquello
que pueda estar a la altura del anhelo del hombre. No es una cuestión
cuantitativa sino cualitativa. No es que el hombre quiera tener mucho (y por esto la urgencia más primordial no es la mayor eficiencia posible), sino que
el hombre quiere tener lo que quiere de verdad (habría que discutir de qué se trata, si se trata de diferentes cosas, una sola, la misma para todos, etc).
En esta indagación sobre el
objeto de deseo tendrá un gran papel la ciencia, por supuesto. Cuanta más
capacidad de acción tenga el hombre más amplia será su búsqueda. Pero no basta.
Parafraseando a Einstein, podría ser que la ciencia llegase a explicarlo
"todo". Uno podría explicar una sinfonía de Beethoven como presiones
de onda, pero estaremos todos de acuerdo en que ese no habrá entendido en absoluto
en qué consiste una sinfonía de Beethoven.
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*Salvo que se diga lo contrario,
las citas pertenecen a Langdon Winner, La
ballena y el reactor, Ed. Guedisa S. A., 2008 Barcelona
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