Las tecnologías ocupan cada vez
más minutos de nuestro precioso tiempo. Las nuevas generaciones crecen rodeadas
de cables y botones (algunos incluso de pantallas táctiles). Una profesora de
infantil me comentaba cómo una niña de unos 5-6 años, ante una regañina de la
profesora, hacía gestos de derecha a izquierda con el dedo. Al poco rato la
profesora cayó en la cuenta de lo que representaba ese gesto: era el movimiento
para pasar de una pantalla a otra en un aparato como el iPad. Me parece un
ejemplo paradigmático. Los niños se están acostumbrando a que las cosas se
solucionan pasando el dedo por encima, de esa manera la situación desaparece
para dejar en su lugar otra distinta que puede ser de nuestro agrado. Las
nuevas generaciones cada vez llevan más metida la idea de que la vida es tan
fácil como lo es manejar un cacharro de Apple.
Pero cuanto más alto es el vuelo
más dura la caída. Luego pasa como a esta niña, que contemplaría aterrada como
el panorama que se presentaba ante sus ojos no cambiaba al son de su dedo. Cada
vez se atisba más en la superficie la dura roca que se halla sumergida en las generaciones
que van llegando y contra la que irremediablemente acaban colisionando: una
asfixiante incapacidad de afrontar la realidad. Asfixiante porque no son
capaces ni de mirar a la cara lo que tienen delante, lo cual se traduce en una
huida inmediata. Incapacidad porque en su vida todo en su entorno ha funcionado
como ellos querían. Pero, como me decía un profesor, cuanto más mayor se hace
uno más se da cuenta de que no controla. Las cosas muchas veces no son como
queremos, nos guste o no. Cada vez lo que se busca más es una evasión a otras
actividades que, sin reducir tan siquiera medio milímetro el problema, distraen
un rato y nos hacen vivir por unos instantes en una burbuja en la que no pasa
nada. Pero claro, una sociedad en la que cuando uno tiene un problema no se lo
cuenta al amigo sino al psicólogo, normal que pasen estas cosas. Otra reacción
cada vez más frecuente es el inmediato afán por encontrar culpables. El Estado,
los padres, la novia, etc. Alguien tiene que cargar sobre sus hombros una
responsabilidad que a nosotros nos resulta demasiado pesada.
Las nuevas tecnologías hacen la
vida más fácil, esto es indiscutible. Pero, ¿a qué precio? ¿Cuál es el límite?
¿Cómo podemos esperar que construya una generación acostumbrada a que se lo den
todo hecho? ¿Cómo estar en pie ante las circunstancias? ¿Puede uno mantenerle
la mirada a la realidad? No hace falta tener 5 años y haber jugado mucho al
iPad de papá para sucumbir a la comodidad de las nuevas tecnologías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario