Langdon Winner

jueves, 13 de junio de 2013

¿Miedo a la realidad?

Las tecnologías ocupan cada vez más minutos de nuestro precioso tiempo. Las nuevas generaciones crecen rodeadas de cables y botones (algunos incluso de pantallas táctiles). Una profesora de infantil me comentaba cómo una niña de unos 5-6 años, ante una regañina de la profesora, hacía gestos de derecha a izquierda con el dedo. Al poco rato la profesora cayó en la cuenta de lo que representaba ese gesto: era el movimiento para pasar de una pantalla a otra en un aparato como el iPad. Me parece un ejemplo paradigmático. Los niños se están acostumbrando a que las cosas se solucionan pasando el dedo por encima, de esa manera la situación desaparece para dejar en su lugar otra distinta que puede ser de nuestro agrado. Las nuevas generaciones cada vez llevan más metida la idea de que la vida es tan fácil como lo es manejar un cacharro de Apple.

Pero cuanto más alto es el vuelo más dura la caída. Luego pasa como a esta niña, que contemplaría aterrada como el panorama que se presentaba ante sus ojos no cambiaba al son de su dedo. Cada vez se atisba más en la superficie la dura roca que se halla sumergida en las generaciones que van llegando y contra la que irremediablemente acaban colisionando: una asfixiante incapacidad de afrontar la realidad. Asfixiante porque no son capaces ni de mirar a la cara lo que tienen delante, lo cual se traduce en una huida inmediata. Incapacidad porque en su vida todo en su entorno ha funcionado como ellos querían. Pero, como me decía un profesor, cuanto más mayor se hace uno más se da cuenta de que no controla. Las cosas muchas veces no son como queremos, nos guste o no. Cada vez lo que se busca más es una evasión a otras actividades que, sin reducir tan siquiera medio milímetro el problema, distraen un rato y nos hacen vivir por unos instantes en una burbuja en la que no pasa nada. Pero claro, una sociedad en la que cuando uno tiene un problema no se lo cuenta al amigo sino al psicólogo, normal que pasen estas cosas. Otra reacción cada vez más frecuente es el inmediato afán por encontrar culpables. El Estado, los padres, la novia, etc. Alguien tiene que cargar sobre sus hombros una responsabilidad que a nosotros nos resulta demasiado pesada.


Las nuevas tecnologías hacen la vida más fácil, esto es indiscutible. Pero, ¿a qué precio? ¿Cuál es el límite? ¿Cómo podemos esperar que construya una generación acostumbrada a que se lo den todo hecho? ¿Cómo estar en pie ante las circunstancias? ¿Puede uno mantenerle la mirada a la realidad? No hace falta tener 5 años y haber jugado mucho al iPad de papá para sucumbir a la comodidad de las nuevas tecnologías. 

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