Uno de los
puntos clave de los que se habla en el documental de la doctrina del shock de Naomi
Klein es la desorientación. Todos los shocks o impactos psicológicos que
recibimos conducen a nuestra desorientación. Encontrarse desorientado significa
entrar en un estado de confusión y conmoción que afectan al individuo menguando
su capacidad de razonamiento.
Esta
desorientación desemboca con suma facilidad en miedo. El miedo nubla la mente y
hace vulnerables a las personas llevándolas a hacer cosas que no harían en
situaciones normales. Es exactamente este punto el que aprovechan los estados
para actuar. Tras ser afectados por un shock, cuando la población de encuentra
desorientada y comienza a extenderse el miedo, los estados intervienen para
instaurar medidas que califican de inevitables y necesarias.
Estas medidas
son, en la gran mayoría de los casos, medidas que los ciudadanos no aceptarían
nunca en condiciones normales debido a que van en contra de la razón y el bien
colectivo, pero en momentos de desorientación la población cede ante las medidas
desesperadas propuestas por los gobernantes. Dichas medidas son de interés para
los gobernantes en tanto que son beneficiosas para ellos en algún sentido,
aunque normalmente los mueven intereses económicos.
Los shocks que
desembocan en todo esto pueden ser muy diversos, desde catástrofes naturales
hasta guerras y atentados, cualquier cosa que tenga una gran repercusión social
y cause conmoción. Todo este tipo de impactos psicológicos son aprovechados para
implantar todo tipo de medidas impopulares. Para evitar que esto pueda suceder,
hay que reconocer estos impactos y evitar la desorientación, en la medida de lo
posible, mediante el análisis de la razón y manteniendo una cierta distancia
crítica para reconocer la situación en la que se encuentra e identificar esas
medidas oportunistas para no dejarse manipular.
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