Langdon Winner

miércoles, 12 de junio de 2013

La derrota de la avaricia


“Cualquier medio es lícito para obtener nuestros propósitos, nada debe de impedir que sigamos llenando nuestras carteras”.  Este debió de ser uno de los primero pensamientos de determinados economistas tras la desregulación financiera ya que en este sector se dispararon en comparación con el resto de sectores.
¿Y para qué tanto dinero? ¿Y para qué tantas mentiras? ¿Para qué? ¿Es realmente necesario tanta ambición y tanta competitividad? ¿Acaso el único modo de vida al que se puede aspirar es a tratar de vivir obteniendo el máximo dinero pisando a quien se pise? ¿acaso es el dinero un fin en sí mismo?
¿Debería recordarse en el futuro como la crisis financiera de comienzos del siglo XXI provocada por una  profunda crisis de valores? ¿Debe ser este la Edad del hombre autónomo? Me niego a aceptar esto, porque gracias a esa organización tan paupérrima de bancos, aseguradoras, etc. Se ha logrado lo opuesto precisamente, ahora  aunque triste que parezca familias enteras sobreviven la pensión del abuelo. De la ilusa ilusión del hombre que debe nada a nadie y que sólo pretende enriquecerse se encuentra la familia (con la forma que tenga, es lo de menos).
Está saliendo a la luz los valores perdidos (no exactamente los de antes, obvio), la gente se vuelve a mover, la masa avanza y no se deja engañar. Pero no sólo el vulgo está actuando así, jueces, abogados, economistas, filósofos, etc. Todos están tratando de vencer a este enemigo invisible: la avaricia, que todo lo justifica.
Es normal que queramos vivir bien y si se puede vivir mejor (más desahogadamente) pero nunca el fin ha justificado los medios. Nosotros no jugamos ya en la liga de la teoría de la evolución de Darwin. Somos preciosamente un poco más aunque sea únicamente por tener la capacidad de desarrollar una moral. ¿Ellos ejercen el poder? No hay problema, en la Edad Media también había unos nobles con poder y unos campesinos que obedecían.

 ¿Y qué sucedió? 

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