Este artículo tiene como base el
primer capítulo del libro de Martha C. Nussbaum Crear capacidades. En él Martha nos cuenta la difícil situación de
una joven mujer india, Vasanti, que ha
dejado a su marido porque abusaba de ella y gastaba todo el dinero que entraba
en casa. Posteriormente la situación de
Vasanti mejora ya que es acogida por sus hermano (cosa no muy frecuente en la
India), los cuales le hacen un crédito para que emprenda un pequeño negocio; si
bien cuando realmente mejora es al contactar con la ONG SIWA que le da otro préstamo
fuera de las ataduras familiares y acceso a formación y contactos que le hacen
disfrutar de una independencia desconocida para ella hasta entonces. Finalmente
enlaza la situación de Vasanti con la pobre e injusta manera de medir el nivel
de vida en los países, el conocido PIB, el cual no dice nada de la dignidad con
la que las personas del país viven sus vidas;
además dice que todos los países están en vías de desarrollo y de
momento están perdiendo la batalla por la dignidad de las personas.
Creo que es innegable lo acertado
de su análisis, en el sistema capitalista en el que nos hayamos sumidos lo
único relevante para quienes tienen poder sobre las mayorías es el dinero que
posibilita dicho poder. Los Estados al comportarse como empresas, tanto en la
faceta económica como a la hora de administrar su burocracia, tienen como
principal objetivo tener un balance de cuentas positivo, si bien les es
bastante difícil dado el gran poder que poseen los bancos al reclamar los pagos
de esas deudas odiosas e impagables. Los efectos que se derivan de esas
políticas neoliberales son bien conocidas para todos, recortes en los servicios
sociales que hacen la vida un poco más digna al sentir ese triunfo de los
derechos comunes que casi les quitamos a los más ricos. Como bien decía Martha
Nussbaum los países están perdiendo la batalla, y tras la nueva crisis
sistémica de 2008 se han impuesto unas medidas
políticas que han hecho de la macroeconomía el punto de vista único,
degradando sin ningún pudor las condiciones de vida de la mayoría.
Ahora bien ante la incapacidad
del PIB para medir la calidad de la vida de los ciudadanos de un país existen
otros indicadores como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), creado por Amartya
Sen, el que se introducen tres parámetros: esperanza de vida al nacer, tasa de
alfabetización en adultos y PIB per cápita. Este indicador si bien es más “humano”
que medir solamente el PIB yo creo que no es ni mucho menos definitivo, sobre
todo en lo que respecta en el apartado de educación. Es obvio que cuanta más
gente alfabetizada será mejor pero al igual que el ejemplo que cita Martha de Tiempos difíciles más importante que la
cantidad será la calidad de esa educación. Si queremos vivir en un mundo digno
no bastará que el cien por cien de la población haya cursado estudios si estos
han reproducido una cultura opresora, de nada serviría que toda la gente haya
recibido una educación religiosa que perpetúe el patriarcado, pues de esa forma,
por ejemplo, Vasanti seguiría probablemente en problemas; de poco serviría
también esa educación para todos si les enseña una manera de vivir neoliberal
como la que plantea el ministro Wert en nuestro país. En definitiva, no sé si puede medir esa calidad de vida, al menos cultural, de manera que se pueda
comparar entre países su desarrollo, desde luego no creo que sea posible ni deseable
hacerlo mientras impere el sistema inhumano en el que nos relacionamos.
Pedro Pinilla Plaza
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