El poder ya no puede entenderse hoy día, desde
Foucault, como algo que se tiene, o no, y puede acumularse del mismo modo que
el capital o los bienes. El poder solo existe como una forma de acción, ha de
ser ejercido por el individuo o, simplemente, lo pierde. Ejercer el poder es
una forma de influenciar en el entorno, pero no es una forma de influencia
reservada a unos pocos privilegiados que ejerzan su poder sobre los demás impunemente.
El poder puede ser ejercido por cualquier individuo de un modo u otro. El poder
tampoco puede verse como orientado de forma unidireccional, sino que puede
fluir en cualquier dirección, de un individuo (o grupo de estos) a otro y
viceversa.
Es por esto que cuesta creer que los gobiernos, por
ejemplo, hayan logrado ejercer su poder con total libertad e impunidad sin que
haya una respuesta por parte de la población haciendo uso del poder que también
posee. Esto es debido en parte a que las formas de ejercer el poder de
autoridad a gran escala – como los estados – se fundamentan en las formas de
poder autoritario más cotidianas o de persona a persona. Un ejemplo de esto es
la relación de autoridad que puede encontrarse diariamente entre maestros y
alumnos o entre padres e hijos.
Estas relaciones de poder autoritario a pequeña escala
conforman la condición de posibilidad de la autoridad del Estado y actúa
ejerciendo como base para que esta funcione. Y de este modo la población se
acostumbra a la autoridad estatal y la acepta, del mismo modo que acepta las
relaciones de autoridad que se dan cotidianamente entre los individuos. Pero lo
que no podemos olvidar es que el poder que poseen los estados siempre ha de
estar limitado por el poder de los ciudadanos, y estos no pueden permitir que
el estado les haga creer lo contrario y comience a ejercer su poder con total
impunidad. La sociedad debe tener siempre presente su capacidad para ejercer su
poder y no debe permitir ningún intento de restricción o eliminación de esa
capacidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario