Langdon Winner

domingo, 14 de abril de 2013

Descentralización y Mitoinformación.

El capítulo sexto (<<Mitoinformación>>) del libro de Langdon Winner “La ballena y el reactor” concluye con la siguiente frase: “Y nadie tendrá que mover un dedo”.
El propósito con el que escribo este artículo será el de desvelar la oposición total al sentido de aquella afirmación.





Descentralización
El deseo que se imprime bajo el concepto de “descentralización”, referido al ámbito político, es el de imaginar una sociedad organizada  con un mayor número de centros desde los que se haga política social. Esta idea ha sido defendida por algunas facciones de la izquierda política, y nunca ha llegado a tener verdadera repercusión.
Sin embargo, no deja de constituir una alternativa a los modelos de organización de los Estado-naciones modernos.
Los partidarios de esta propuesta, como Langdon Winner, tienen la sospecha de que la tendencia que sigue la tecnología moderna es reducir el número de centros en los que se ejercita el control.
En nuestra vida cotidiana dependemos de sistemas que no producimos ni sabemos repararlos cuando se rompen. La gente común, en el sistema capitalista, tiene dibujado un horizonte de consumo personal ilimitado, pero en cambio, no tiene forma de controlar los centros de producción (que muchos representan la centralización en forma material).
No tenemos influencia en el <<progreso>> tecnológico, y además parece que hemos delegado demasiado poder en las instituciones políticas. Los sentimientos que hay en el ciudadano de a pie son apatía y desvinculación hacia esas noticias públicas que aparecen por televisión, porque sólo se les requiere cada cuatro años para ir a votar, pero luego no pueden responsabilizarse de los problemas de la nación ni establecer un diálogo con los representantes que han elegido.
Descentralizar la política constituiría un gesto revolucionario si la sociedad aumentara el número, y la accesibilidad, a los centros locales de administración pública en los que se toman decisiones. Volver la democracia más participativa, esto es: descentralizarla, quiere decir, devolver autonomía y confianza a los ciudadanos para manejar los asuntos públicos y emprender acciones políticas, que sus ideas no sean papel mojado en una charla de café. Convertir a los ciudadanos en un centro de poder.
En mi opinión, pensar que somos esferas de acción independientes, ajenos al sistema en que vivimos, y que no se puede hacer nada por cambiar las cosas, genera alienación, que nos queramos desentender de la vida pública (como si la privada no dependiera de esta), y soñemos con ir a vivir al Jardín de Epicuro. Trastornados por la falsa creencia de que la sociedad tecnológica capitalista tiene una dinamis interna imparable.
                                                   
Mitoinformación
Langdon Winner señala que, en muchos artículos sobre los ordenadores y la sociedad, se dice que estamos ante <<la revolución del ordenador>>, o en la era de la información y la microelectrónica. Esto se debe a que los sistemas de información electrónica están entrando en todas las áreas de la práctica humana.
 Pero analizando más detenidamente el término “revolución” deberíamos preguntarnos por los fines a los que nos guiará esta revolución. Si supondrá un cambio en la localización del poder, si tiene un compromiso con un conjunto de ideales sociales, o si conlleva la victoria de una clase sobre otra.
En el mundo de la ingeniería informática y el marketing de los ordenadores no son frecuentes estas preguntas, porque están demasiado ocupados persiguiendo sus propios objetivos: “ganancias, cuota de mercado, el intrínseco goce de la invención, la recompensa intelectual de la programación”. Pero de poco tiempo disponen los miembros de la industria informática para plantear el significado histórico de su propia actividad. Los revolucionarios del pasado (Robespierre, Lenin, Mao) si reflexionaron sobre los hechos históricos mundiales que promovieron. No ocurre lo mismo con los líderes del área de la informática (Robert Noyce, Marvin Minsky y Steve Jobs).
“La revolución de los ordenadores mantiene silencio sobre sus propios fines”.

Langdon Winner llama “Mitoinformación” a las creencias que defienden que con un ordenador personal, funcionando como gran igualador, se tendrá más influencia política, y que el fácil acceso a la información electrónica mejorará la vida humana.
En el sentido político no hay un vínculo positivo entre el conocimiento y el poder, el conocimiento aporta impotencia cuando se sabe lo que hay que hacer pero no se tienen las herramientas para actuar.
Los entusiastas de la informática ven crucial que la información fluya por las redes. Pero da igual que nos abastezcan de información si no se nos ha enseñado a qué hacer con ese conocimiento, si no se potencia la mente humana con educación.
La democracia no se fundamenta (principalmente) en la distribución de información y sí en reconocer que las personas son capaces de autogobernarse y tener derecho a gobernar. Por eso, el principal objetivo de la sociedad política debería ser tener instituciones que permitan la participación democrática.
Es un error pensar, y aquí estoy totalmente de acuerdo con L. Winner, que las máquinas de información estimularán el interés por la actividad política.
La recepción pasiva de noticias, hace que te forjes tus ideas de manera solipsista, pero no te invita a compartirlas ni a discutir con los miembros de tu comunidad sobre qué decisiones hay que tomar.  La dura realidad es que no tenemos la experiencia de hacer política ni en nuestros distritos.
El papel de los sistemas electrónicos en la vida social no promueve un contacto directo con la gente a través de reuniones, comidas o fiestas. Ni incentiva el trabajo conjunto de las personas para perseguir fines políticos comunes.
Disponer de ordenadores de bajo coste no alterará el equilibrio de poder, ni se conseguirá la descentralización antes expuesta. No puede haber una democracia de máquinas. Los que se benefician de que compremos un ordenador, son las empresas multinacionales, y las burocracias para seguir teniendo el control. Y si hay una revolución informática seguramente tenga un carácter conservador.

L. Winner lucha contra la idea de los que sugieren que la buena sociedad se obtendrá como consecuencia de la abundancia material de dispositivos informáticos. Más bien, el progreso, aquí concretado como control político descentralizado e igualdad social, ocurrirá por los muchos esfuerzos que tendrá que realizar la ciudadanía para lograr sus fines, que no se podrán quedar en casa sin mover un dedo.

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