Langdon Winner

martes, 11 de junio de 2013

Volver a lo analógico




En el libro de La ballena y el reactor  Langdon Winner nos da ejemplos que demuestran que cualquier objeto producido por el hombre puede tener consecuencias políticas, los objetos que produce la técnica no son apolíticos, todo lo contrario; quiéralo o no el inventor. Cuando en la teletienda dicen que ese producto nos cambiará la vida no van muy desencaminados; si no es ese en particular cualquier otro lo hará y seguramente a costa de otro. Cuando un equipo de ingenieros diseña un coche en un edificio del oeste de Alemania están influyendo en miles de personas de otro lugar del mundo que se encargarán de su ensamblaje. O cuando a Jack Dorsey se le ocurrió Twitter supongo que no tendría en mente que lo utilizarían miles de personas para quedar e intentar derrocar un gobierno.

Pero la tecnología no sólo nos cambian la vida haciéndolo más fácil en lo material, sino sobre todo en lo psicológico. Cada vez lo que consumimos, ya sea tangible o intangible, se caracteriza por la velocidad en la que podemos utilizarlos. La búsqueda de la eficiencia, abanderada del capitalismo, se ha impuesto en nuestro modo de vivir, debemos hacerlo todo optimizando tiempo y recursos y a la mayor velocidad posible. Es la única manera posible de vivir, lo que prima es lo veloz, y sin profundizar mucho en el tema, ya sea en forma de tweet, noticias del telediario en 4’, comida de microondas, minijobs o contrataque de Cristiano Ronaldo. No hay tiempo para el verdadero análisis filosófico-político de lo que acontece, no nos divierte el juego calmado y mucho menos es posible encontrar un trabajo donde no haya que maximizar beneficios. Todo se acelera.

Cara de la misma moneda del capitalismo es la pereza, esa incapacidad para salir de la espiral de velocidad y desinterés. Internet, la herramienta que ha posibilitado que miles de personas se aprovechasen de las redes sociales para intentar un cambio político, antes de eso ya había tomado los hábitos de millones de personas que exigen la velocidad de su banda ancha en todo lo demás. Y claro, aun sabiendo sobre la creciente pobreza y precariedad, millones de personas decidieron quedarse en casa pese a apoyar las manifestaciones del 15M o las huelgas generales; y para muchas que salieron las esperanzas se apagan lentamente consumidas por la cotidianidad. Demasiado acomodados para hacer la revolución y demasiado impotentes ante la lentitud del cambio desde las instituciones, la sociedad parece correr cada vez más rápido para llegar primera a ninguna parte, está tan KO como satisfecha ante el rumbo que ha tomado la Historia. O nos contagiamos de la rabia turca para seguir luego el camino latinoamericano o seguiremos a la deriva hasta que algo caiga del cielo. 

Pedro Pinilla Plaza

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