Langdon Winner

martes, 23 de abril de 2013

LANGDON WINNER. “TÉKHNÉ Y POLITÉIA” (3).


LA PREGUNTA. ¿Bajo qué condiciones estaríamos dispuestos a aceptar que algunos aspectos de la técnica han de ser regulados, eliminados, o al menos evaluados periódicamente? Claramente, hemos de superar el estadio de fe en el orden político-técnico vigente y situarnos en una posición desde la cual seamos capaces de enjuiciar el modo en que los sucesivos órdenes sociotécnicos resuelven las cuestiones tradicionalmente asignadas a la filosofía política. Sólo así estaremos en condiciones de responder a la pregunta formulada arriba de forma medianamente satisfactoria.

UNA RESPUESTA PARTICULAR. Podríamos responder, por supuesto, algo así como que sólo nos interesa “ser ricos a la vez que evitamos el riesgo de cáncer”. Pero, sin disponer de un argumento último capaz de invalidar esta posición, me pregunto si se fundamenta, como propone Winner, en “la responsabilidad de una sabia acción política”, en un conocimiento sólido de las instituciones políticas, o en una cierta sensibilidad a las causas humanas. Más bien parece ignorar todo esto, asentándose en un radical egoísmo. Esto es perfectamente respetable, pero no encaja como solución política en tanto que actividad de las personas que gobiernan o aspiran a regir los asuntos públicos. Es, más bien, una respuesta particular, en tanto que propia y privativa de una sola persona.

UNA RESPUESTA POLÍTICA. La pregunta inicial deriva, finalmente, en esta otra de carácter más general: “¿Qué clase de sociedad queremos construir?” En este punto, podemos quedar varados en la espiral de la productividad, la eficiencia, el progreso económico, inmersos en un discurso que versa en realidad sobre la eficacia técnica, o podemos saltar y situarnos en la esfera del auténtico comportamiento político, cuya esencia para por la búsqueda del bien común, la justicia, el diálogo, los derechos, el poder y su distribución…

LA CONCIENCIA. Todo lo anterior queda subordinado en última instancia, a mi entender, a lo que llamo habitualmente cuestión de la conciencia. Cierto es que “en nuestra época, la tékhné finalmente se ha convertido en politéia”, como nos muestra el autor. Pero ello no elimina la posibilidad de:
a)       Hacer acopio de los auténticos elementos que constituyen la esencia del comportamiento político.
b)       Dar un salto de conciencia hacia el exterior del sistema en que estamos inmersos, para adquirir la perspectiva suficiente (sin olvidar sacar con nosotros las herramientas políticas, y teniendo en cuenta que este salto no es un salto mortal o prohibido, sino una de las más puras formas en que la inteligencia del ser humano se manifiesta).
c)       Reconducir, como si de un río se tratase, la orientación del orden social y político humano, en base a la sabiduría que nos proporcionan esas herramientas y nuestra propia inteligencia. Por ejemplo, podríamos demandar que “el conocimiento técnico especializado y la ciudadanía democrática se encontraran cara a cara regularmente”.
El autor hace referencia a estos puntos, creo, cuando nos dice que “debemos tratar de imaginar y procurar construir regímenes técnicos que sean compatibles con la libertad, la justicia social y otros fines políticos clave”. Concluyo ya, no sin poner de relieve una vez más una de las ideas clave del capítulo: si bien lo anterior puede representar una respuesta aceptable, coincido en que no lo es el mostrar una fe ciega en que el sistema sociotécnico venidero proveerá la solución a todos los males del sistema vigente.

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