Al tiempo que escribo, tengo presente la siguiente idea: vivimos en un
mundo en el que los ámbitos de la política, la economía y la técnica se
encuentran estrechamente unidos, y esto es algo que hay que tener siempre en cuenta.
Una noción que nos puede guiar aquí es la de GLOBALIZACIÓN. Se explica, en un
determinado momento, cómo una persona que compra una casa, hipotecándose, no se
compromete simplemente con un acreedor local, sino con inversores de todo el
mundo. La existencia de una “Securitization Food Chain” permite que, lo que en
principio habría de ser un compromiso concreto y localizado, resulte ser un
compromiso abstracto y deslocalizado.
¿Cómo es
posible esto, y qué ventajas supone? Es posible gracias a un complejo entramado
económico posibilitado por instrumentos de gestión de información muy veloces. Si
no existieran mercados globales, todo esto no sería posible. Si toda la
información que fluye a través de ellos no pudiera ser gestionada rápidamente,
no tendrían sentido. En resumen: la técnica permite la existencia de sistemas
que posibilitan la existencia de mercados globales, y las economías mundiales
tienden a adaptarse a ellos. La pregunta por las ventajas que esto supone es
interesante. El sentido común nos lleva a pensar que un sistema más veloz, en
el cual participa un mayor número de personas de todo el mundo, tiende a ser más
seguro y racional, ¡incluso más participativo! No es necesariamente así. Los
mercados luchan para sacar adelante leyes y mecanismos que favorezcan su libre
actuación, cosa que no nos garantiza, al menos directamente, nada.
Puede darse entonces
la siguiente situación: un inversor en Wall Street apuesta por ciertos valores
en el mercado global. No se sabe muy bien en qué sentido o medida, pero existe
una relación entre sus decisiones y la persona que compró la casa al principio,
o aquella otra que va a comprar arroz a un mercado en China. Si el mercado
global gira en una determinada dirección, ocurren unas cosas. Si gira en otro
sentido, pueden ocurrir otras. Puede arruinarse la empresa para la cual trabaja
aquel que se compró la casa; puede subir el precio del arroz en China… o quizá
no. No es algo que dependa, seguramente, de quien compró la casa o el arroz.
La cuestión es
que los nexos que unen a las personas de todo el mundo en un sistema económico
globalizado son débiles, abstractos, confusos, imprecisos. En todo caso, no
animan a la contracción de responsabilidades entre unas personas y otras. Sin
embargo, ese mismo sistema económico globalizado puede acabar repercutiendo
seriamente en la vida de unos y otros, pero la responsabilidad de las acciones
que llevan a situaciones indeseables a nivel global queda diluida, se pierde en
este nuevo marco de actuación y relación global.
La tarea de la
filosofía política hoy (y de modo urgente) consiste en abordar con seriedad
todas estas cuestiones, o si no quedará obsoleta. ¿Dónde está el equilibrio
entre regulación y libre actuación de los mercados globales, entre la libertad
y la seguridad, en última instancia? ¿Cuál es la naturaleza de las relaciones
interpersonales a través de sistemas globalizados? ¿Está preparado el ciudadano
de a pie para comprender las implicaciones de este nuevo modo global de relación,
o acaso el economista parte de una situación ventajosa cuestión de la igualdad)?
¿Qué es y dónde reside la responsabilidad en un sistema tal? ¿Conviene promover
iniciativas de gestión económica al margen del sistema global, o acaso éstas
han quedado definitivamente obsoletas (no lo creo, personalmente)?
Gabriel Sánchez
Maestro, de Filosofía Política II, grupo 3.
Quedo un poco insatisfecho con esta entrada. Mi propósito era seguir una línea argumental mucho más concreta y definida, pero no lo he logrado. Agradecería vuestra opinión al respecto. Gracias.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPor cierto, escribí esta entrada en base a los materiales propuestos en clase "Inside Job" y "Voces en contra de la globalización". Olvidé señlarlo en la propia entrada.
ResponderEliminar